¿Alguna vez te has preguntado cómo ha sido la evolución de este invento en los últimos siglos? Pues hoy en Bezabala te lo contamos todo.
En el siglo XV el alemán Konrad Kyeser planeó una grúa impulsada por las aspas de un molino de viento, pero no llegó a funcionar. En 1550 el metalúrgico y alquimista Georgius Agrícola empleaba energía hidráulica de un molino de agua para hacer funcionar grúas fijas pequeñas.
Pero eran ideas que en la práctica resultaban ineficaces, como también la ocurrencia de Leonardo da Vinci en 1480: una grúa móvil provista de aguilón y contrapesas, con la particularidad moderna de que giraba sobre sí misma en un ángulo de ciento ochenta grados.
La grúa no se modernizó hasta la invención de la máquina de vapor. Ninguno de estos venerables artefactos tiene mucho que ver con la grúa actual, algunas de las cuales levantaban en 1988 hasta tres mil toneladas, lo que resulta poca cosa si se compara con la capacidad de la gran grúa americana de la compañía Brown & Root: seis mil quinientas toneladas.
Etimología de la palabra grúa
El término, en su acepción de máquina para levantar pesos es de uso no muy anterior al siglo XVI. Al castellano arribó procedente del catalán, donde estaba en uso a finales de la Edad Media.
La etimología última tiene que ver con la figura de la “grulla”, al levantar esta ave su pico. Empezó a denominarse así en los puertos orientales al ingenio o artefacto del que se ayudaban los barcos para sacar la mercancía.