
Cómo eran las antiguas grúas
¿Quieres saber más sobre la historia de las grúas? Pues hoy en Bezabala te contamos más sobre cómo ha sido la evolución de este invento:
Evolución del invento
En el siglo I, la grúa más simple era la pértiga, uno de cuyos extremos se fijaba al suelo. El aparejo de la polea o polipasto por el que pasaba la maroma se fijaba a la parte más alta y era accionada mediante un torno cuando se trataba de pesos medianos.
Para los pesos mayores el torno era remplazado por una rueda de pedales: el peso de dos o más hombres hacía girar el dispositivo, ayudados si era preciso por otros que tiraban de una cuerda desde fuera.
Entre las ilustraciones de un manuscrito miniado del año 1250, donde figura la construcción de la Torre de Babel, aparece una grúa de rueda. Además, también aparecía la cabria simple con la que los peones suben material de obra.
En los castillos, con fines militares, la grúa llamada corvus por su pico, era utilizada para subir o bajar mediante contrapesos fardos, bultos, o incluso personas, prendidos de un garfio.
Con este artilugio también se “pescaba” a los enemigos que tenían la osadía de acercarse a la base de la muralla: en el año 1139 el príncipe Enrique de Escocia fue capturado de esta pintoresca manera.
También quienes sitiaban las ciudades contaban con estas máquinas aparatosas con las que asaltaban torres y murallas de mediana altura.
Los ingenieros medievales reemplazaron elementos del mecanismo antiguo, como la disposición de la cabria, por un poste vertical de madera sobre un soporte que actuaba de armazón.
No solo se emplearon en el mundo de la construcción levantando fardos, bultos o incluso personas, sino que las grúas tuvieron uso portuario en la Antigüedad, dando a los puertos su silueta característica desde finales del siglo XIV.
La fuerza humana era el motor que movía todo aquel andamiaje, aunque multiplicada por el torno o la rueda como hemos visto.
Muchas de estas resistentes grúas eran abandonadas en los edificios construidos por si acaso fuera necesario emplearlas en trabajos de restauración, como la grúa instalada en la catedral de la ciudad alemana de Colonia a finales del XV, que estuvo operativa hasta el siglo XIX.

Origen e inventor de la grúa
¿Alguna vez te has preguntado cuál es el origen de la grúa o quién la inventó? Pues hoy en Bezabala te damos algunas claves para que conozcas la historia de este invento.
El físico y matemático griego del siglo III a.C., Arquímedes de Siracusa, inventó una especie de grúa de tres poleas. Unos inventos relacionados con ella, la palanca y la manivela, es nombrada en la obra Mechanica de Aristóteles.
No falta quien atribuye la invención de la polea y el aparejo a Arquitas de Tarento. Un matemático, filósofo, militar y creador de máquinas autómatas a finales del siglo V a.C.
Pero el invento de la grúa como tal se halla sumido en el misterio, no hay noticia fiable al respecto hasta el siglo I.
Es probable que la emplearan los antiguos egipcios, y que elevaran con ella los enormes sillares de piedra de sus templos, obeliscos, esfinges y pirámides ayudándose así, junto a las rampas de tierra y rodillos, para mover los bloques pétreos.
Tornos de mano, grúas y poleas fueron conocidos por los romanos, de quienes sin duda los heredaron los constructores de catedrales y castillos medievales. El arquitecto romano Vitrubio, escribe que en su tiempo se subía la carga verticalmente. Con la limitación de que no se podía girar a los lados, en cuyo caso se perdía el equilibrio y todo se venía abajo.
Además, la altura a la que era posible elevar la carga estaba condicionada por la longitud de las vigas verticales utilizadas en su armazón; eran grúas fijas.
Una talla romana del siglo I representa una grúa en acción en el frontal de una tumba. El ingeniero griego Hieron de Alejandría, también del siglo I, describe grúas dotadas de hasta cuatro vigas y un mecanismo de pinzas de cangrejo que se aplicaba a la cuerda. Con ellas se subían bloques de piedra, practicándose en éstas una hendidura para que encajaran en ellos los dientes de las pinzas.

Origen del poliéster
En Bezabala utilizamos diferentes tipos de material para crear nuestros artículos, uno de ellos el poliéster. Pero, ¿conoces la historia de este material? Pues hoy te lo contamos todo.
En la década de los años treinta, se produjo en Inglaterra la primera fibra de poliéster, filamento contínuo, obtenido a partir de ácidos dicarboxílicos llamado Terylene. Asimismo, en Francia esta fibra se llamó Tergal y en España Terlenka.
Tras la segunda guerra mundial, la firma alemana Hoechst, empezó a producir un poliéster con el nombre de Trevira. Los químicos británicos John Rex Whinfield y James Tennant Dickson, empleados de la Calico Printer`s Association de Manchester, patentaron el «polietilen tereftalato» en 1941 al continuar las primeras investigaciones de Wallace Carothers. El PET tiene sus orígenes en los escritos de 1929 de Wallace Carothers. Sin embargo, DuPont eligió concentrarse en la investigación del Nylon, que era más prometedora.
En la década de 1920, DuPont estaba en competencia directa con la recién formada industria química imperial de Gran Bretaña. De esta forma, en 1946 Du Pont adquirió el derecho exclusivo de fabricar poliésteres en Estados Unidos.
Por su parte, en 1960 cuatro compañías elaboraban poliéster y en 1977 había 23 productores en ese momento era fibra sintética de mayor uso. Algunas veces se hace referencia al poliéster como al “caballito de batalla” en la industria de las fibras.
Se ha dicho que la forma de filamento es la más versátil entre todas las fibras y las fibras cortadas son los “caballitos de batalla”, ya que se pueden mezclar con muchas otras fibras.

¿Cuándo utilizar eslingas de seguridad sin fin?
En Bezabala contamos con una amplia variedad de productos que son perfectos para múltiples industrias, sectores y aplicaciones. De esta forma, nos aseguramos de contar con el equipo necesario para los diferentes usos en izaje.
Una herramienta popular para estos propósitos son las eslingas sin fin. ¿Deseas saber cómo puede ser útil para tus necesidades? A continuación, te lo explicamos con detalle.
¿Qué son las eslingas sin fin?
Una eslinga de seguridad sin fin es, como ya lo has imaginado, una eslinga que no tiene un punto final. Se trata de una única y constante eslinga circular.
La ventaja de utilizar este tipo de herramienta es que se puede rotar de manera continua los puntos de enganche y de carga. Esto significa que el mismo lugar no soportará el estrés y la presión constantes. En su lugar, el peso será compartido alrededor de la eslinga.
¿Cuándo utilizar eslingas sin fin?
Existe una serie de factores a tomar en cuenta al pensar cuál será el mejor tipo de eslinga para una aplicación particular. A continuación, mencionamos alguno de los beneficios que puede ofrecer una eslinga sin fin.
- Dada su naturaleza infinita y el hecho de que puedes esparcir el estrés del izaje alrededor de toda la eslinga, puede ser una buena herramienta si planeas realizar múltiples izajes.
- La mayoría de eslingas de seguridad sin fin son de poliéster. Esto ofrece un buen nivel de resistencia al moho, a los hongos y al deterioro. Así, son magníficas para aplicaciones al aire libre o en ambientes donde puede haber humedad, como en el sector náutico o en astilleros.
- Otro beneficio que los vuelve magníficos para utilizar al aire libre es que poseen un alto nivel de resistencia a los rayos UV. De esta forma, se pueden utilizar no solo en condiciones húmedas, sino también bajo el intenso sol.
- Aunque depende de qué tipo de producto hayas comprado, las eslingas sin fin por lo general ofrecen una solución más rentable en comparación con otras herramientas similares de izaje. Entonces, si buscas un equipo que no se salga de tu presupuesto, éste es el que necesitas.
- Las eslingas sin fin se utilizan con frecuencia en maniobras o izaje en choker, basket y vertical.
- Es importante mencionar que no soportan mucho la carga de choque, por lo que no sería adecuada en situaciones donde este sea el caso.